Tal como era previsible, una vez se conoció el informe del Dane sobre el descorazonador comportamiento de la economía colombiana durante el segundo trimestre del año, la gran mayoría de los analistas recortó sus proyecciones con respecto al alza del Producto Interno Bruto en el 2016. Las nuevas apuestas se ubicaron por debajo del 2,5 por ciento, que es la nueva meta gubernamental, pues son pocos los que creen que existe la probabilidad de un avance significativo.
Aun así, hay algunos sectores que posiblemente logren mejorar. Tal es el caso de la agricultura, cuya suerte se ve más positiva, tanto por la normalización de los patrones climáticos, que debería incidir en el rendimiento de las cosechas, como por el aumento en el área cultivada, que es notoria en el caso de ciertos cereales.
Según datos de la SAC, las hectáreas sembradas en arroz muestran un aumento por encima del 27 por ciento, mientras que las correspondientes a maíz blanco y amarillo, suben 22 por ciento. Hay otros incrementos importantes en lo que corresponde a trigo, cebada o fríjol, si bien su peso específico es mucho menor dentro de las actividades del campo. Cuando a lo anterior se le agregan los reportes provenientes del café o la caña de azúcar es fácil concluir que tendrá lugar un repunte en el PIB sectorial, una apreciación compartida por el gremio.
"Las perspectivas de la agricultura para este semestre son mejores, pero el desafío del campo colombiano no es de corto plazo".
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Más allá de ese parte coyuntural, sin embargo, hay preocupaciones sobre lo que viene. Los ceños fruncidos pueden parecer contradictorios a la luz de la firma del acuerdo final con las Farc, que debería no solo mejorar las condiciones de seguridad en las zonas apartadas, sino impulsar la producción interna de alimentos.
Y es que el cumplimiento de los puntos relativos a la reforma rural integral permitiría cerrar una parte importante de la brecha que hoy existe con la Colombia urbana, gracias a una serie de acciones que lograrían ordenar la propiedad de la tierra y realizar inversiones en asuntos tan importantes como la infraestructura o la transferencia de tecnología. En el mejor de los casos, el país pasaría de ser un importador neto de comida a aprovechar el potencial del que dispone para convertirse en una de las despensas del planeta, pues usamos menos de la tercera parte del área que dispone de vocación agrícola.
Esa promesa, lamentablemente, se ve lejana. Para comenzar, los recursos asignados al sector en el proyecto de presupuesto del 2017 muestran una importante reducción, como consecuencia de la conocida estrechez fiscal. La suma puede cambiar en caso de que la reforma tributaria salga adelante, pero, en todo caso, estaría lejos de los montos de los que habló la Misión Rural.
"Cumplir con lo que se acordó en Cuba
y seguir las recomendaciones hechas por la Misión Rural exigirá dedicación y recursos".
El trabajo, cuya última versión se conoció en abril pasado, hizo 185 recomendaciones que van desde el ordenamiento territorial hasta la inclusión productiva, pasando por la reforma institucional. De acuerdo con Planeación Nacional, implementar esos puntos costaría unos 195 billones de pesos a lo largo de 15 años, o el equivalente del 1,2 por ciento del PIB anual.
No hay que partir de cero, pues hay ejecutorias en marcha a cargo de diferentes ministerios. Aun así, existe poco para mostrar, con excepción de la liquidación de una serie de entidades y la creación de otras, un proceso que no ha estado exento de críticas. Dicen los conocedores, que parte de la memoria se perdió y que las nuevas agencias no tienen ni la gente apropiada, ni la plata suficiente para operar adecuadamente.
Debido a ello, es necesario que suene un campanazo de alarma. Si el plebiscito sale adelante el próximo 2 de octubre, el siguiente paso es comenzar a cumplir con lo acordado, algo que va más allá de la dejación de las armas por parte de las Farc. Bien decía alguien, que la paz en Colombia comienza por el campo, pero eso no será posible de lograr si la tarea de conseguirla no se hace bien desde el principio. Del dicho al hecho, hay mucho trecho.
Ricardo Ávila Pinto
ravila@portafolio.co
@ravilapinto